La casa de la risa

Me sentí feliz cuando él prometió que yo viviría en la casa de la risa por siempre. Pensé que al estar ahí, podría al fin sonreír eternamente; sentirme protegida, aliviada y sobre todo ligera de humor.

Nunca creí en la alegoría de felicidad. Así, un acontecimiento sobre otro que te pueda ofrecer placer humorístico de manera interminable. Pero cuando él lo dijo con esa forma de verme, de tocarme, de hablarme, le creí loca y ciegamente, creí que vivir en la feria sería lo más grandioso que me hubiese pasado.

Así fue. Vivir en la feria ha sido una de las experiencias mas memorables de mi vida, si embargo, la memorabilia no tiene nada que ver con la felicidad.

Al principio, me sentía como el minotauro en su laberinto. Estaba siempre dentro de la casa. No entendí que la casa misma, no era la atracción de la feria, lo era yo: la mujer encerrada por siempre dentro de la casa de la risa, eso era lo que se promocionaba. Era casi objeto de estudio antropológico que aquello que se había pensado para causar risa y entretenimiento “sano” en una feria, ahora causara estremecimiento. Y extrañamente tenía mucha mas popularidad que cualquier otra atracción de la feria.

Yo era esa mujer. La que fue entrenada sin darse cuenta. La que al principio, en el encierro, se destornillaba de la risa con cada espejo, con cada payaso saliendo de imprevisto de cajas de colores. Luego, el hastío y la costumbre de lo sorpresivo, de la burla hacia mi imagen distorsionada, me hicieron caer en la ataraxia. En ese momento, fue cuando comenzó con la promoción de la “mujer en la perpetuidad de la casa de la risa”.

La atracción era pagar el boleto y observarme a través de pequeños orificios hechos a la casa. En ella, se encontraban todos los instrumentos característicos de la misma: espejos que distorsionaban la imagen; payasos saliendo de cajas de diferentes tamaños, formas y colores; carcajadas que nunca cesaban. Los observadores tenían que quedarse callados para que yo no me diera cuenta. Al principio no les resultaba entretenido ver cómo yo daba vueltas hasta el cansancio para luego acostarme frente a los espejos como una loca y observar el movimiento de mis brazos en su reflejo. Eso lo supe después, cuando me ayudaste a escapar para darme cuenta de la realidad.

La cosa mejoró para el público, luego de que me llegaron ataques apasionados de angustia. Yo sentía esa pasión desmedida a causa de mi amor por él que se convertía en angustia extrema al verme encerrada en esa prisión de pseudo-alegría.

Y sí, he de aceptar que su estrategia era simple pero muy bien lograda. Él introducía espejos nuevos, uno a la vez, que proyectaban imágenes diferentes a la de todos los otros que ya estaban dentro: alguno en el que me veía hermosa, otro en el que me veía inteligente, otro mas en el que me veía infantil, todo para que yo pudiera entretenerme y olvidarme de él un momento con los reflejos que me ofrecía. Luego, hacía su entrada triunfal a la casa. Y dependiendo de la imagen reflejada, era su actitud hacia mí. Por ejemplo, el día que puso el espejo en dónde me veía hermosa, entró con una actitud altiva: despreciándome, portándose frío y rechazando mis caricias para después salir. Y así, siempre encontraba la antítesis del reflejo para desequilibrarme, de manera que a su salida yo estuviera siempre hecha un torbellino de emociones diversas. Ese era el punto en el que a las personas les gustaba comprar su boleto y observar mis performances que podían ir desde un simple llanto...hasta desgarrar mis vestidos con la nariz de cualquier payaso, así me tomara días hacerlo.

Cuando se le acabaron las ideas, invitó a otros hombres a que introdujeran espejos en la casa. Hombres que me estimaban y por quienes yo sentía un especial aprecio: mis mejores amigos, mis compañeros de trabajo, mis exnovios. Él los convenció sin decírselos: simplemente se fué. Me dejó ahí, en la casa de la risa...sola. Completamente sola, prometiendo volver algún día.

Los demás, buscando hacerme compañía, no soportaban mis cambios de humor, y creyeron que introduciendo sus propias creaciones en vidrios que reflejaran tal o cual cosa, yo mejoraría algún día. Intentando alegrarme, sólo consiguieron trastornarme aún mas. Y cuando ya no cabían mas reflejos en la casa, ni mas emociones en mí, regresó.

Se paró frente a mí. Yo, me sentí lúcida después de mucho tiempo. El público soltó un ligero aplauso del que yo me dí cuenta, pero que no pude distinguir como tal. Yo pensé que quizá llovía afuera. Me incorporé y salté a sus brazos. Es verdad, él tampoco pudo dejar de abrazarme. Y así, entrelazados, me dijo que yo era la mujer mas extraordinaria que hubiese conocido, que me amaba y que esperaba haberme hecho feliz durante ese tiempo, pero que yo ya no le podía dar mas ni él a mí. Los espejos se habían agotado, al igual que mi salud mental y emocional.
Me soltó y me dijo que alguna vez volvería. Caminó a la puerta, salió. Todos los espejos comenzaron a ser retirados de la casa. No sé cómo, pero en un par de horas, sólo quedó la casa vacía y yo dentro de ella. Por lo que comencé a dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas...hasta que tú te compadeciste. Tú, el forajido, el público recién llegado, fuiste el único que tuvo misericordia y entraste a rescatarme: sin espejos.

lunes, enero 23, 2006

- Te quiero

Los perros ladraban cercanamente, en el parque que servía de escenario para los encuentros entre ellos los dos.

- Ya te he dicho que no me digas que me quieres, me siento comprometido a decírtelo yo también, y no es que no lo sienta, simplemente, me parece que malgastas el sintagma.
- Entonces, no te quiero.
- ¿Ya vamos a empezar con problemas?
- No. Sólo quiero evitarlos. Guardaré silencio entonces.

Y con la mirada, quiso decirle que lo que sentía dentro de alguna u otra forma tendría que salir. Que el pedirle que no lo expresara era violento, por la forma y por el fondo pero que lo amaba y que quería en verdad que esto funcionara.

- ¿Porqué me ves así?
- ¿Así?. ¿Cómo?
- Con esa mirada. Me incomodas.
- Perdón. No sé de qué hablas.

Y entonces, lo besó, para decirle que en muchas otras ocasiones ha sido violentada, suprimida, callada, y que hay mucho dolor dentro, sobre todo porque sigue sin entender porqué el amor obliga, incomoda, compromete. ¿Qué no se supone que el amor es libertad, ímpetu y felicidad?

- ¿Y qué mas, nena?
- ¿Qué mas de qué?
- Pues no sé.
- Pues nada. No pasa nada

martes, enero 17, 2006

 
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