Carta para una despedida.


Empezaré diciendo querida amiga, que todo lo que aquí te escriba puede parecerte cruel, pero prefiero ser sincero y explicarte la evolución de este sentimiento que ahora tengo en mí para ti.

Recuerdo cuando te conocí, tu cabello hacia ondulaciones al caminar como si de él saliera un viento suave que fuera recorriendo de arriba a abajo todo tu cuerpo. Haciendo despertar esperanzas en aquellos que te observábamos, de que en cualquier momento, ese vestido azul con bolitas blancas dejaría enseñar quizá un poco más que tus rodillas. Como si ya me conocieras sonreiste y te acercaste a decirme que mi olor te gustaba: yo no pude mas que responder eso con un beso. Luego de aquel primer excitante encuentro, cada vez que te llamaba o te escribía una carta respondías sólo con un “gracias” altivo y sin mas me hablabas de otras muchas cosas que a mí no me interesaba oir. Entonces, tuve contigo alternativamente, insolencias y dulzuras (puesto que amarte era eso para mí: una dulce amargura) que todas tendieron hacia un mismo objetivo, que era el de hacerte amar y sufrir mas, y la vanidad me comprometió contigo tanto como lo hizo el deseo la primera vez que te ví. Más tarde, cuando empecé a importarte, suprimí la dulzura.

No me culpes, fue un impulso reflejo, me sentía completamente perdido por tus ojos, y deseaba tenerte cada día y cada noche por lo que el miedo me invadía y me hacía temblar las corvas al pensar que podía perderte. Y entonces, como un acto de amor, dediqué mi tiempo a absorver tu esencia para quedarme con ella y después poderte abandonar sin un viso de arrepentiemiento, dolor o angustia de perder lo que yo mas amaba.

La situación fue bastante fácil, la vida me ha otorgado el don de ser un excelente argumentador y a la vez, de tener un carisma irresistible (según me han dicho) para las mujeres. No te mentiré, al principio me mantuve al margen de las constantes insinuaciones que ellas me hacían, pero luego, con la determinación de hacerte mía (sin la connotación sexual pero sí intelectual y espiritual) me olvidé de viejos esquemas éticos y me dediqué a dejarme llevar por la corriente mujeril que me perseguía, además era interesante observar cómo ellas se sentían atraídas por el reto de conquistar al hombre de alguien como tú: una feminista, guapa e inteligente mujer venida a menos por el claro efecto de estar yo en tu vida. Y es que, amor mío, cada beso era un sorbo de tu ser y a sorbos te fuiste terminando.

Es curioso, como las féminas se sienten atraídas por una posible situación de dominación en sus vidas. Es posible que estén tan preocupadas por sentirse protegidas que la idea de dejar de ser individuos para convertirse en el objeto de alguien mas las atrae.

En fin, el punto es vida mía que hoy, cuando te besé me dí cuenta que ya no tenías nada que ofrecerme. Al succionar ya no quedaba nada en ti: te olfatée y olías a muerta, entonces corrí a mirarme en el espejo y el hermoso brillo de tus ojos estaba contenido en los míos, mis dedos apestaban a tu vientre y reconocí que la mujer de la cual me había enamorado estaba ya completamente en mí por lo que ya no te necesito mas.
Espero que puedas comprender que ya no me interesa verte, ni hablarte ni lo que te pase, por lo que te ruego que aunque sientas imperiosa necesidad de buscarme, no lo hagas.

Sin mas por el momento, quedas en mí y paso de tí.

domingo, agosto 22, 2004

 
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