La sexualidad no anda en burro.

La sexualidad de los tapatíos es tan diversa como número de habitantes hay en Guadalajara. No se puede hablar de características comunes, puesto que la sexualidad tiene que ver con lo que somos y con lo que hacemos y nuestra individualidad está plenamente reflejada en nuestra sexualidad. Quizá el único punto en común entre la sexualidad de todos los tapatíos es el espacio y el tiempo que compartimos.
Sin embargo, existe un lugar en donde los sentidos se despiertan y agudizan, la sensualidad está a la orden del día. En este lugar no necesitamos fingir lo que somos, al contrario, lo más característico de nuestra personalidad sale a flote y la mezcla de sexualidades comienza.
Al entrar al lugar hay que subir escalones, esta es la primera señal que nos indica que subimos a un nivel sensorial superior. Por supuesto, por una aventura como esta hay que pagar la cuota de tres pesos y cincuenta centavos, ¡nada caro para semejante travesía!. De aquí en adelante, nuestra sexualidad se pondrá de manifiesto y en contacto cercano, (¡qué digo cercano!, cercanísimo) a otras sexualidades. Además, los elementos más característicos de los roles de género que jugamos a diario se vislumbran por todo el lugar: el caballeroso que deja el asiento; la aprovechada que se hace la embarazada para que le dejen el asiento; la colegiala de minifaldita a cuadros; la señora analista que se fija en la de la minifaldita, el señor caliente que intenta ver más pierna por debajo de la falda, el que se hace el dormido para no dejar su asiento, aquél al que le vale madre y fuma a pesar del espacio tan pequeño; la señora comunicativa que va gritando las noticias más oportunas de toda su cuadra; el gay que le tira la onda al camionero; la viejita que se quiere caer en cada esquina; el viajante que se les hace su empanada de camarón al mayor número de personas en el menor tiempo posible, la chava buenota que se agacha cada que puede para que además de los calzones también le alcancen a ver algo de pechuga...en fin, todos esos roles y combinaciones de género que son posibles.
Curiosamente en esta mezcla de género, quizá lo que más sobresale no es precisamente el rol, sino todo aquello que lo acompaña y resalta. El olfato, por ejemplo, percibe una mezcla indescriptible de olores que se contraponen, pero al mismo tiempo se complementan: sudor, perfume caro y barato, orines, jabón, dulces, papitas y vómito van formando un solo aroma familiarísimo: el olor a camión. Además, los otros sentidos se encaminan a defender la postura adquirida frente a los demás, lo que significa no sólo defender tus ideas sino también, el espacio vital propio: yo soy, y a mi espacio nadie entra (entiéndase mi espacio, como el lugar que yo ocupo, ya sea solo o acompañado, cerca o lejos de las demás personas). La combinación de roles de género, congujadas con todos estos elementos sensoriales da por resultado una explosión erótica de la que es difícil escapar.
El erotismo es producido en nuestro cuerpo por una serie de estímulos que trabajan directamente con nuestros sentidos. Si todos los sentidos son estimulados de manera poderosa, es innegable que pueda existir el erotismo en un viaje en camión urbano:
Recorres con mirada penetrante cada una de las caras que te mira, de primera instancia haz sido desnudado virtualmente frente a los demás, te encuentras desnudo y solo al comienzo del viaje, sin embargo, a lo largo del mismo, te vuelves cómplice y repites ese mismo acto con los nuevos pasajeros que abordan el autobús.
Tomas tu lugar, hay roce de pieles, conforme el camión se va llenando, este roce se vuelve cada vez más contínuo y duradero, no importa quién lo realice, el ser humano es un ser sexuado pero consciente de que se dispone solamente a recibir las caricias de otro ser de la familia de los homínidos, en un incesante roce de personalidades, el tacto se regocija de conocer, desconocer y reconocer. Si eres muy afortunado y estás sentado, en uno de los altos en que el camión frene con vigor, cabe la posibilidad de que alguno de los presentes te caiga sentado en las piernas. En estos casos, cuando escuches el -“perdón”- de la persona implicada, lo menos que puedes responder es: -“ha sido un placer”-.
Por otro lado los oídos tienen tanto que oír, que se forma una masa sonora en la que las ondas se cruzan y revuelven de tal manera, que no alcanzas a distinguir entre un sonido y el siguiente. Pero cuando el oído se alía con la vista, entonces se pueden reconocer esas personalidades de las que hemos hablado, juntas y revueltas.
Por último el gusto. Este es quizá el sentido menos utilizado en esta experiencia sensorial, a menos que te encuentres con alguien con quien lo puedas utilizar, algo nada difícil dadas las circunstancias.
Sin embargo, en algún momento tienes que bajar del camión, en ese instante, cuando bajo del camón, es cuando pienso que todos somos tan diferentes que no podría decir que existe un estereotipo que dicte las sexualidades tapatías, lo diverso es lo que nos hace iguales y aunque reneguemos de los camiones, quizá estos viajes, nos dejen una enseñanza más significativa, sensualmente hablando, que incluso al estar con tu pareja.
¡Subeeeen!.

domingo, agosto 31, 2003

 
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