Carta para Nancy
No sé cómo diablos comenzar. A veces, uno se deja llevar por la cuestión snobista de que hay que escribir bien: sin clichés, sin lugares comunes, con ritmo, con acentuación...puta madre ¿y a qué horas escribiré el fondo sin poner atención en la forma?
Tú, por el contrario, comenzaste ya tu carta con un fondo bellísimo que apenas empieza a cobrar forma. Siempre habíamos escrito más o menos las mismas formas literarias a la misma velocidad: las aprendimos sorprendidas por lo que el lenguaje podía hacer y comenzamos a guardar palabras debajo de nuestras faldas cada vez que podíamos.
Recuerdo la ocasión en que nos encontramos con la palabra mujer, nos daba risa leerla, nos daba miedo contextualizarla y preferimos guardarla por algunos años. Luego, al encontrarnos con adulto, nos cagamos de la risa y preferimos no guardarla, por el contrario nombrarla y escribirla mucho para que así, estuviera cada vez más lejos de nosotros. Hoy, Nancy, al leer tu carta me has conmovido profundamente y sé que la palabra que moldeaste es mucho más que la de amor, o que la de cuidado, o que inclusive la de mujer.
Y sigo haciéndome bolas, y no sé por dónde empezar esta pinche carta.
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Mujer de marfil:
mermada,
minimizada,
molida,
muerta.
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