No entendí como es que saltó la liebre al hombro. Fue casi mágico. Estábamos ahí, cenando, charlando, riendo normalmente, pasando un momento espléndido en el comedor de casa…y de repente, ¡sas! Saltó liebre a rasguñarme la cara.
-¿De dónde salió liebre? Yo no recuerdo haberla dejado entrar a mi vida y mucho menos a casa de mi madre ¿qué diablos hace sobre mi cara? –pensaba yo estúpidamente en lugar de aventarla a la pared mas cercana.
- ¡Te dije, te dije que no la dejaras entrar! – gritabas tú en lugar de acuchillarla y matarla de una buena vez.
Y liebre se dio gusto sobre mi cara rasguñándome con tus recuerdos hasta que se hartó y se fue.
Paralizados, vimos como se escondió mitad en ti y mitad en mí. Y con mi cara escurriendo sangre, observé que te había salpicado en la camisa, pero ahora reflexiono y creo que te alcanzó a rasguñar un poquito el corazón.

Hoy en la mañana, liebre me despertó. No sé cómo correrla. Estoy asustada pues en cualquier momento puede echárseme encima otra vez. Sé que es una pequeña liebre (de hecho, es sólo la mitad de una pequeña liebre) pero no sé qué influencias mágicas ejerza sobre otros, que me paraliza completamente. Y tampoco puedo pedirte ayuda, pues traes la otra mitad. Tengo miedo. Mucho miedo.

sábado, julio 12, 2008

¿Qué es lo realmente valioso en un músico?

Trabajando en una radio cultural y siendo melómana (de las que están enamoradas de la música, no de las que se aprenden nombres, fechas y canciones) me lo he preguntado en muchísimas ocasiones: ¿qué es lo realmente valioso en un músico?
El día que ví a Tom Waits en concierto, me regaló muchas ideas para poder responder a esa pregunta.

Había una vez, una melómana cuyo icono musical estaba casi en su totalidad contenido por Tom Waits. Durante mucho tiempo, soñó con verlo en concierto. Hasta que un día, uno de sus mejores amigos, le envió un correo electrónico conteniendo el link de la rueda de prensa avisando de la gira llamada PEHDTSCKJMBA (cfr. www.tomwaits.com) De inmediato, estuvo al pendiente de la venta de boletos y el día que salieron a la venta, logró obtener boletos de la fila 6. Su sorpresa fue mayúscula, al enterarse de que ticketmaster, para evitar la reventa, no estaba expidiendo boletos y que el método utilizado para entrar al concierto, sería acudir al lugar con la tarjeta de crédito con que habías hecho la compra, mas una identificación oficial…
Luego de tener la certeza de poder entrar al segundo concierto de la gira, se dio a la búsqueda de algunos boletos de avión baratos. No había…bueno, sí había, pero estaban caros; o mejor dicho, fuera de su presupuesto, entonces, aplicó el plan DM3 y compró boletos para Mexicali.
El 17 de junio, voló hasta la hermana república de las cachanillas y de ahí viajó hasta San Luis Río Colorado, Sonora, en donde pernoctó. Al día siguiente, fue a formarse en la fila para cruzar la frontera. Una fila de una hora, bajo el sol del desierto a medio día. Asoleada, llegó hasta dónde la migra. Ahí, el señor negro y serio le preguntó:
- Where are you go?
- To Phoenix –contestó ella feliz
- What are you gonna do there?
- At the Tom Waits concert
- Who?
- Tom Waits
Y señaló con su dedo índice al interior de una oficina. Luego, le entregó una hojita amarilla que decía: Phoenix.
- ¿Tengo que entrar ahí? – preguntó la melómana desconcertada
Asintió
- ¿Para qué?
- Permiso – dijo él muy serio
- Pero ya traigo la visa, ¿no sirve?
Negó con la cabeza
- ¿Está enojado?
Ignoró a la melómana

Dentro, en la oficina, la melómana desconcertada tomó un número para esperar el turno. 153. La pantalla electrónica anunciaba el 150.
- Ay qué bueno que no nos vamos a tardar. –Le dijo la melómana al acompañante graduado (esa historia se las cuento luego)
- Te dije que teníamos que sacar permiso – dijo él seguro de sí mismo
- ¿Y entonces estos cabrones para que nos hacen sacar la pinche Visa?
- Por eso: por cabrones – contestó el graduado

Luego de estar en la oficina por cuarenta minutos, sin ser atendidos, el graduado fue a preguntarle a la única señorita que se alcanzaba a ver, qué era lo que se tenía que hacer. La señorita muy amable dijo: -tome su ficha…- y siguió en lo que estaba. Montón de oficiales de la migra, oficiales-oficinistas…pero todos dentro de las oficinas que estaban a su vez en la oficina que a su vez estaba dentro de la migra. Veinte minutos mas tarde (no se olviden de sumar los cuarenta minutos anteriores) apareció una señorita. Y en la pantalla: 151…152…153
-¿A dónde van? – dijo la señorita latina de la migra estadounidense
- A Phoenix –contestó el graduado
- ¿A qué?
- Al concierto de Tom Waits – agregó orgullosamente la melómana
- ¿De quién?
- De Tom Waits
- ¿Y ese quién es?
- Un músico que toca en muy raras ocasiones – aclaró el graduado
- ¿Y dónde viven?
- En Guadalajara
- ¿Y desde Guadalajara vienen nomás a verlo?
- Sí – dijo la melómana, ahora más orgullosa
- No lo conozco. ¿Qué toca?
- Hace mucho, tocaba blues y jazz –dijo el graduado
- ¿Porqué si es tan importante yo no lo conozco? – puntualizó la señorita latina de la migra gabacha
- Mmmm, sale en la película de Drácula, la de Francis Ford Cóppola, es el loco, ¿la vió? –acotó la melómana
- No
- Bueno, ¿vió coffee and cigarrets de Jim Jarmusch?
- No
- Ah, pues en esas sale
- Ah. Son 12 dólares.
Y el graduado y la melómana, pagaron y se fueron en taxi al aeropuerto de Yuma, Arizona a rentar el PT Cruiser que los llevaría hasta Phoenix.

Llegando a Phoenix, se dieron a la tarea de buscar el downtown para encontrar el Orpheum teatre. Encontradas ambas cosas, tuvieron que buscar hotel. En el entendido de que el downtown es una zona financiera, preguntaron en el Hilton (170 dlls la noche), en el Holliday Inn (110 dlls la noche) y se decidieron por uno mucho mas pequeño llamado Hotel San Carlos (78 dlls) que además era un hotel histórico a sólo dos cuadras del teatro. Desempacaron y se dirigieron al Orpheum.

Para entrar al teatro, así como ticketmaster lo había anunciado, había que entregar la tarjeta de crédito con la cual, se habían adquirido los boletos: deslizarla por la máquina…fail. Deslizarla por la máquina otra vez…fail
- Go with my partner please…
Deslizarla por otra máquina…y al fin, dos boletos impresos.

Melómana estaba sumamente feliz. También sumamente rodeada de personas sumamente extrañas. Todos adultos –indie- contemporáneos.

El teatro Orpheum, era un lugar histórico muy acogedor, con decoración art nouveau que iba muy bien con la ocasión. Mientras melómana y graduado esperaban, escuchaban las conversaciones de los lados: todos recitaban de memoria los discos de Tom Waits, con fecha, disquera y nombres de las canciones incluídas.

- Válgame, estos sí están bien clavados…me dan miedo los obsesivos – pensó melómana
Mientras, graduado le decía:
- ¿Ya viste el escenario? Escribe que hay megáfonos detrás de los instrumentos y a un lado de los monitores.
- Sí, ya lo anoté - mientras melómana escribía un poemilla que nunca publicará por malo
- ¿Ya pusiste también que al centro del escenario hay una plataforma de metal?
- También…- mientras melómana verificaba el playlist que había bajado de Internet de lo que el músico había interpretado en el concierto del día anterior.

Y mientras un blues muy western y antiguo salía por los megáfonos, para sonorizar la charla, el teatro se llenó completamente.

Tom Waits salió al escenario. Melómana soltó una lagrimilla feliz y cursi. Waits empezó a doblar su cuerpo de la cintura hacia arriba para marcarles el ritmo a los músicos. Comenzó a golpear con sus enormes botas de trabajo, la estructura metálica donde estaba de pie y Lucinda (cfr. Brawlers del album triple, Bastards) empezó a sonar.

Melómana no podía creerlo, la voz aguardientosa de Waits sonaba perfecto en este concierto que siempre imaginó. Con cada una de las canciones, Waits iba sorprendiendo a la audiencia y a sus músicos.

Melómana y graduado, disfrutaron cada una de las 25 piezas. Cantaron “Innocent when you dream” cuando Waits lo pidió y además observaron con gusto cada una de las piezas percutidas por él, en su performance.

Graduado y Melómana quedaron boquiabiertos, con cada uno de los movimientos del músico, con los que demostró ser un director creativo de orquesta, utilizando todos y cada uno de los recursos a su alrededor para enriquecer las canciones: a los músicos, a los instrumentos, al piso, al público…

Terminado el show, concluyeron que lo que hacía importante a un músico era la música misma: su ejecución, su conocimiento formal de la misma para después poder modificarla al antojo, incluso, con elementos externos a él. Melómana y graduado ya podrán observar y oir la música desde otro lugar…y Melómana pudo terminar esta crónica.

Mientras caminaba sobre las flores, la princesa pensaba en su futuro, en su cargo importantísimo para el pueblo, en su vida de triunfos y de fortalezas.

Y las azucenas recibían sus pies de una manera terrible y determinante, pero el objetivo de la princesa era tan claro y preciso, que no importaban las flores que pisaba. Eso, sólo hacía el camino más hermoso y confortable.

La constancia de la princesa era envidiable. Todos los días se levantaba temprano a continuar con su camino, y descansaba hasta ya entrada la tarde, lo que le permitía avanzar varios kilómetros diarios. Lo bueno era que los pétalos de las azucenas, acolchonaban y odorizaban espectacularmente el camino.

Ella, la que camina, le decían quienes la veían pasar. Su nombre se había olvidado ya entre los pueblos, pues la hazaña de ir siempre hacia el lugar predeterminado era inigualable…y así, ella, la que camina, anduvo por años hasta que encontró la meta que buscaba.

Cuando llegó ahí, se detuvo a enfatizar los sentidos. Y entonces, sintió el suave viento de la gloria rozando sus labios. El cansancio satisfactor indicando el logro alcanzado. La textura aterciopelada de los pétalos debajo de sus pies. Y entonces, volvió la vista atrás para agradecer los cientos, los miles de pétalos que habían sido aplastados por su andar hacia el objetivo. Y cuando observó el camino andado, marcado por la destrucción, decidió ya no mirar hacia atrás y mejor, continuar adelante, hacia otro objetivo mas alto que le permitiera seguir sintiendo pétalos bajo los pies.

martes, julio 08, 2008

- Estoy bailándote desnudo. Entiende que desnudo es sin ropa, sin sentimientos, sin sensibilidad, sin pudor.

Carmen lo miró a los ojos.

- ¡Carmen! Si te bailo desnudo, lo último que tienes que ver, son mis ojos.

Carmen lo miró al pecho. Carmen lo miró a la pelvis. Carmen no encontró qué ver y desvió la mirada a la pared detrás del bailarín.

- ¡Carmen! ¡tienes que mirarme con lujuria! ¡tienes que mirarme como queriéndome comer! ¡Obedece!

Carmen estaba vestida. No lo deseaba y tampoco obedecía. Sólo miraba a través de él, pero reflexionaba profundamente acerca del momento. No tenía miedo y tampoco sonreía.

- Si te estoy bailando es con un propósito ¿no lo entiendes? ¿Por qué no obedeces? ¿Por qué no hablas? ¿Por qué no me deseas?

- ¿Sabes qué? Si quieres que te haga caso, vístete. Eres mucho mas interesante cuando no te encueras.

 
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