Haz tenido tantos nombres como rostros diferentes, pero siempre vuelves a mi vida para seguir con la tortura sentimental.
He de reconocerte que haz sabido ser creativo: desde el viaje de estudios al extranjero, pasando por hacerme un bien, engañarme con otra durante mas de seis meses o decirme cínicamente: soy tan culero contigo, que ya no sé ser más culero.
Pero la última, esa sí no se me hubiera ocurrido: mira que dejarme por que sufrí un accidente que no me deja ejercitarme y por lo cual engordé, mira que esa sí es muy mala razón para dejarme, tan mala que es buena.
Pero yo tengo la culpa, por no fijarme en que eras siempre el mismo con rostros y nombres diferentes. Y ¿sabes? Ahora no me preocupa la tortura, ahora me preocupa que tú seas el único hombre en este mundo y yo no me haya dado cuenta antes…eso sí sería muy triste.

domingo, noviembre 05, 2006

El performance no me gustó. Me hizo sentir débil, pequeña e indefensa. Sin embargo, el show luego del performance, ha sido bonito y disfrutable.
No ha habido desfile precisamente, pero sí se ha formado una lista para nombrarse en tiempos de soledad futura. No ha habido abrazos azules ni verdes, pero sí la conciencia de algunos que pasaron o de otros pretendidos y de algunos más, añorados profundamente y que tendrán que suceder en algún momento.
Ha habido consciencia de la vida, ya tan olvidada por costumbre de hacerse y ser. Ha habido consciencia del amor y de la ternura que no están en lo sensorial pero sí en lo espiritual. Ha habido sonidos ya casi olvidados en lo auditivo pero no en lo sentimental. Ha habido paz en lo físico, pero no en lo intelectual.
Y ya que la deidad (cualquier nombre que esta tenga) tuvo la delicadeza de enviarme a ser parte de un performance para recordarme que el ritual aquel, en el que el enojo era el protagonista, no era lo más conveniente; ahora que lo veo a los ojos, pido ternura, justicia, brazos…
El performance no me gustó. De verdad. No me gustó. Sin embargo, espero aprender lo correspondiente.

jueves, octubre 12, 2006

La mujer que no podía ser amada
La miró con unos ojos especiales. En otras ocasiones ya la habían visto de esa manera, pero ella nunca. Era su mejor amiga. Nunca esperó de ella ese tipo de compasión en el que decir “pobrecita” era una especie de limosna.

La miró entonces, con esos ojos especiales mientras platicaban que fulana o sutana no querían casarse, y entonces soltó la frase aquella: “y tu, ¿cuándo vas a animarte a tener un bebé?”. Hay que decir, que la cuestionada era soltera y aquella frase le sonó como a: “pobrecita, tú sabes que nadie puede quererte, si quieres ser madre, pues anímate antes de que pase mas tiempo” Y repito, era su mejor amiga, nadie la conocía como ella.

Esa noche no pudo dormir. Ya lo había pensado. Tantas decepciones amorosas le habían hecho pensar que era la mujer que no podía ser amada, sin embargo, no quería aceptarlo. Ese día, después de que su amiga se lo dijera con otras palabras le quedó claro: nunca, nadie podría amarla.

¿Las razones? Pueden ser muchas o ninguna, pero la soledad y el miedo, a partir de ese día la hacen temblar cada vez que alguien le dice al oído: “te quiero” porque parecen decir: “enamórate de mí, que voy a hacerte sufrir”

viernes, julio 14, 2006

Decidí comprarme un aliento morado. Sí, un color que saliera por mi boca cada vez que hablara. Tomé la decisión el día en que me enfadé de que me juzgaran por como me veía: yo quería decirles cuán en contra estaba de la represión, de la igualdad impuesta, de la sumisión no-pensada, de los clichés no-autónomos...y entonces, me compré un aliento morado. De manera que cada vez que soplaba, fumaba, amaba, reía un hilito morado salía de mi boca para ir a parar a algún lugar de la atmósfera.
El morado se fue convirtiendo poco a poco, en un color comercial de alientos, sin embargo, era atractivo para otras personas que se me acercaban:
- ¡Qué raro! -decían - no es común ver a una mujer como tú, con un aliento como ese.
Y se quedaban a observarlo durante algún tiempo.
Esa fascinación, en algunas ocasiones se convertía en amor morado. Este es un amor que se va fácilmente, se diluye entre el rojo y el azul, entre el viento del invierno. Puede convertirse rápidamente en furia, en melancolía, en tristeza. Y la fascinación que ejercía al principio, siempre terminaba por convertirse en algo mas producto de la repulsión por los alientos morados. Y lo que al principio había sido tan atractivo, terminaba por convertirse en un lastre. Pero ¿quién dijo que tener aliento morado era bonito? Yo no lo hice por estética.
- ¿Sabes? El aliento morado es propio para la juventud - me dijiste alguna vez.
- Este aliento, no tiene nada que ver con mi edad, sino con mi postura frente a la vida.
- Pero yo quisiera verte con tu propio aliento.
- Es mio. Yo lo elegí. - Y me entregué a tus ojos profundos, esperando descubrir que en ti no había enamoramiento morado que pudiera convertirse en repulsión, ya pasado el tiempo.

miércoles, julio 12, 2006

Hay una historia qué contar.
Hay mil y un historias dentro de la Historia para contar…o para no contar, pero que conformaron vida y personalidad.
Hay muchas historias vividas y dichas, a veces, desvirtuadas de tanto que se han repetido en otras historias que no han sucedido, pero que se conocen y se presienten.

Pero también hay una historia por vivir.

Una Historia de cuya narración, nace la esperanza de que no haya sido contada nunca antes.

¿Será posible?

martes, mayo 16, 2006

Y aquí estoy. Sola. Cuidando borracheras, esclareciendo puntos que no tendría que aclarar, preocupándome por novias celosas, mujeres desalmadas, cuentos inacabamos y crudas ajenas. Aquí estoy. Sola y mi computadora. Radiohead de fondo...y en el fondo, no hay radiohead, no hay canción para cantarse con estos loops tristísimos, cortados de canciones que hablaban de dolor, de traición, de vacíos que se llenan con el hurto.

Y por eso, cada vez estoy mas sola y mas vacía. Porque es difícil volver a conformar lo robado, desde la incertidumbre del nunca-o desde la incertidumbre del amor.

Ya no suena radiohead. Ya no suena la campana del corazón que identificaba a la esperanza. Ya no suena mas que una sola frase adentro: ¿cuándo?

domingo, mayo 14, 2006

Te pedí que te retiraras. Esa noche querías hacerme el amor pero mi pudor me lo impedía. Yo en serio te amaba, y no quería sentirme como una cualquiera contigo. No quería manchar las sábanas de sangre, no quería que ninguna mácula hormonal nos hiciera sentir sucios. Tú no comprendiste el porqué de mi rechazo, me sabías excitada y te parecía contradictorio que no quisiera que me tocases.
Estuviste un rato abrazando mi espalda hasta que te cansaste de elucubrar e imagino que al no encontrar ninguna respuesta satisfactoria, te levantaste al baño. Yo imaginaba cómo te masturbabas detrás de la puerta. Imaginaba como me reprochabas el desinterés y representabas una venganza pensando en el cuerpo desnudo de otra, de cualquier otra.
Regresaste a la cama. Te recostaste dándome la espalda. Y yo, comencé a llorar.
- ¿Qué tienes?
- Tengo que estás enojado conmigo porque no sabes hacer cuentas...
Te quedaste callado un momento. Te diste la vuelta. Me abrazaste y gentilmente hiciste girar mi cuerpo para verte de frente. Me besaste. Larga y tiernamente. Me besaste con un beso nuevo pero anunciado por tu ternura, por lo tanto, conocido.
- Ya me enfadé de seguirte la corriente con tus ideas puristas - dijiste- Y mientras te reías me llenabas la boca de tu sabor. Y comenzó el juego del dulce sometimiento. Las idas y venidas de la ternura violenta. Hasta que paraste el juego.
Viéndome a los ojos. Me suplicaste con la mirada que te dejara continuar. Mi resistencia cedió. Me quitaste la pijama y luego, la ropa interior, con los riesgos que eso implicaba.
- No quiero manchar las sábanas. Son las nuevas y luego la mancha no se les quita.
- Shhh- Y volviste a besarme.
Te sentaste en la cama, apoyado en la cabecera. Y me sentaste, completamente desnuda, sobre tu pierna izquierda mientras con tu mano derecha, me acariciabas entre las piernas...esperaste, esperaste, esperaste hasta que exploté. Luego, observaste la mancha de sangre que estaba sobre tu muslo izquierdo:
- Es lo mas hermoso que hemos hecho querida. Me has dejado conocer todas tus regiones y fluidos. Son hermosos. Son lúbricos. Son tú.
Esa noche no dormí. Esa noche soñé despierta contigo.

martes, mayo 02, 2006

Desde la causa perdida,
con el propósito de no-ser...


Ahora que estoy reflejando mi no-imagen sin reflejo, en la porcelana blanca de este excusado, recuerdo todos aquellos pseudo-reportajes de las pseudo-revistas que explicaban el porqué y el cómo de la bulimia, y también recuerdo que la sensación de náusea cuando las leía era por su horrible sintaxis y peor vocabulario, no porque tuviera principios (o finales) de bulimia.

Mientras sigo con el dedo en mi garganta, no logro que la sensación (física) de asco, sea la suficiente como para lograr vomitar todo lo que he comido, que no ha sido poco por cierto. Sin embargo, la sensación intelectual del asco ha ido in-crecendo durante la última semana en la que he intentado unirme al club bulímico de moda. No sé si por la bulimia en sí o por la inutilidad de los esfuerzos.

Y la insensatez de los actos, incomprendidos, inclusive, por ellos mismos, insisten en destruir el mundo actual para remplazarlo por un mundo alterno basado en lo mínimo, en la insuficiencia, en la austeridad.

Desde la causa perdida, pero no por no ser productiva, sino por ser desconocida, sigo preguntándome ¿para qué diablos morirse lento si rápido es menos doloroso?

martes, marzo 21, 2006

La casa de la risa

Me sentí feliz cuando él prometió que yo viviría en la casa de la risa por siempre. Pensé que al estar ahí, podría al fin sonreír eternamente; sentirme protegida, aliviada y sobre todo ligera de humor.

Nunca creí en la alegoría de felicidad. Así, un acontecimiento sobre otro que te pueda ofrecer placer humorístico de manera interminable. Pero cuando él lo dijo con esa forma de verme, de tocarme, de hablarme, le creí loca y ciegamente, creí que vivir en la feria sería lo más grandioso que me hubiese pasado.

Así fue. Vivir en la feria ha sido una de las experiencias mas memorables de mi vida, si embargo, la memorabilia no tiene nada que ver con la felicidad.

Al principio, me sentía como el minotauro en su laberinto. Estaba siempre dentro de la casa. No entendí que la casa misma, no era la atracción de la feria, lo era yo: la mujer encerrada por siempre dentro de la casa de la risa, eso era lo que se promocionaba. Era casi objeto de estudio antropológico que aquello que se había pensado para causar risa y entretenimiento “sano” en una feria, ahora causara estremecimiento. Y extrañamente tenía mucha mas popularidad que cualquier otra atracción de la feria.

Yo era esa mujer. La que fue entrenada sin darse cuenta. La que al principio, en el encierro, se destornillaba de la risa con cada espejo, con cada payaso saliendo de imprevisto de cajas de colores. Luego, el hastío y la costumbre de lo sorpresivo, de la burla hacia mi imagen distorsionada, me hicieron caer en la ataraxia. En ese momento, fue cuando comenzó con la promoción de la “mujer en la perpetuidad de la casa de la risa”.

La atracción era pagar el boleto y observarme a través de pequeños orificios hechos a la casa. En ella, se encontraban todos los instrumentos característicos de la misma: espejos que distorsionaban la imagen; payasos saliendo de cajas de diferentes tamaños, formas y colores; carcajadas que nunca cesaban. Los observadores tenían que quedarse callados para que yo no me diera cuenta. Al principio no les resultaba entretenido ver cómo yo daba vueltas hasta el cansancio para luego acostarme frente a los espejos como una loca y observar el movimiento de mis brazos en su reflejo. Eso lo supe después, cuando me ayudaste a escapar para darme cuenta de la realidad.

La cosa mejoró para el público, luego de que me llegaron ataques apasionados de angustia. Yo sentía esa pasión desmedida a causa de mi amor por él que se convertía en angustia extrema al verme encerrada en esa prisión de pseudo-alegría.

Y sí, he de aceptar que su estrategia era simple pero muy bien lograda. Él introducía espejos nuevos, uno a la vez, que proyectaban imágenes diferentes a la de todos los otros que ya estaban dentro: alguno en el que me veía hermosa, otro en el que me veía inteligente, otro mas en el que me veía infantil, todo para que yo pudiera entretenerme y olvidarme de él un momento con los reflejos que me ofrecía. Luego, hacía su entrada triunfal a la casa. Y dependiendo de la imagen reflejada, era su actitud hacia mí. Por ejemplo, el día que puso el espejo en dónde me veía hermosa, entró con una actitud altiva: despreciándome, portándose frío y rechazando mis caricias para después salir. Y así, siempre encontraba la antítesis del reflejo para desequilibrarme, de manera que a su salida yo estuviera siempre hecha un torbellino de emociones diversas. Ese era el punto en el que a las personas les gustaba comprar su boleto y observar mis performances que podían ir desde un simple llanto...hasta desgarrar mis vestidos con la nariz de cualquier payaso, así me tomara días hacerlo.

Cuando se le acabaron las ideas, invitó a otros hombres a que introdujeran espejos en la casa. Hombres que me estimaban y por quienes yo sentía un especial aprecio: mis mejores amigos, mis compañeros de trabajo, mis exnovios. Él los convenció sin decírselos: simplemente se fué. Me dejó ahí, en la casa de la risa...sola. Completamente sola, prometiendo volver algún día.

Los demás, buscando hacerme compañía, no soportaban mis cambios de humor, y creyeron que introduciendo sus propias creaciones en vidrios que reflejaran tal o cual cosa, yo mejoraría algún día. Intentando alegrarme, sólo consiguieron trastornarme aún mas. Y cuando ya no cabían mas reflejos en la casa, ni mas emociones en mí, regresó.

Se paró frente a mí. Yo, me sentí lúcida después de mucho tiempo. El público soltó un ligero aplauso del que yo me dí cuenta, pero que no pude distinguir como tal. Yo pensé que quizá llovía afuera. Me incorporé y salté a sus brazos. Es verdad, él tampoco pudo dejar de abrazarme. Y así, entrelazados, me dijo que yo era la mujer mas extraordinaria que hubiese conocido, que me amaba y que esperaba haberme hecho feliz durante ese tiempo, pero que yo ya no le podía dar mas ni él a mí. Los espejos se habían agotado, al igual que mi salud mental y emocional.
Me soltó y me dijo que alguna vez volvería. Caminó a la puerta, salió. Todos los espejos comenzaron a ser retirados de la casa. No sé cómo, pero en un par de horas, sólo quedó la casa vacía y yo dentro de ella. Por lo que comencé a dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas...hasta que tú te compadeciste. Tú, el forajido, el público recién llegado, fuiste el único que tuvo misericordia y entraste a rescatarme: sin espejos.

lunes, enero 23, 2006

- Te quiero

Los perros ladraban cercanamente, en el parque que servía de escenario para los encuentros entre ellos los dos.

- Ya te he dicho que no me digas que me quieres, me siento comprometido a decírtelo yo también, y no es que no lo sienta, simplemente, me parece que malgastas el sintagma.
- Entonces, no te quiero.
- ¿Ya vamos a empezar con problemas?
- No. Sólo quiero evitarlos. Guardaré silencio entonces.

Y con la mirada, quiso decirle que lo que sentía dentro de alguna u otra forma tendría que salir. Que el pedirle que no lo expresara era violento, por la forma y por el fondo pero que lo amaba y que quería en verdad que esto funcionara.

- ¿Porqué me ves así?
- ¿Así?. ¿Cómo?
- Con esa mirada. Me incomodas.
- Perdón. No sé de qué hablas.

Y entonces, lo besó, para decirle que en muchas otras ocasiones ha sido violentada, suprimida, callada, y que hay mucho dolor dentro, sobre todo porque sigue sin entender porqué el amor obliga, incomoda, compromete. ¿Qué no se supone que el amor es libertad, ímpetu y felicidad?

- ¿Y qué mas, nena?
- ¿Qué mas de qué?
- Pues no sé.
- Pues nada. No pasa nada

martes, enero 17, 2006

 
Desde la trinchera, desde mi sonido... - Wordpress Themes is proudly powered by WordPress and themed by Mukkamu Templates Novo Blogger